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¿Orgulloso de ser el ‘villano favorito’ de la oficina?

20 de febrero de 2017
¿Orgulloso de ser el 'villano favorito' de la oficina?

La semana pasada tuve un desacuerdo con un hombre en el trabajo sobre una cuestión de principios. Cuando llegué a casa, le conté la pelea en detalle a mi hija, esperando su leal apoyo. En vez, puso los ojos en blanco.

“Pobre X”, dijo, tomando el partido de mi adversario.

“¿Pobre X?”, repetí atónita.

“Puedes ser muy difícil”, explicó. “No creo que te des cuenta de ello.”

Sobre este segundo punto, tiene razón. Yo no me veo como alguien difícil; soy perfectamente razonable. Para comprobar que ése era el consenso, la mañana siguiente realice una encuesta. Arrinconé al primer colega que vi y le reclamé: “¿Soy difícil”? Se mostró incómodo al verse interrogado cuando apenas se había quitado el abrigo. “Sí”, me dijo. Se lo pregunté a otras tres personas. Todas dieron la misma respuesta.

Generalmente, ser difícil en el trabajo no se considera algo bueno. En Amazon hay mil 387 libros sobre cómo lidiar con gente difícil, con títulos como ‘Ya que estrangular no es una opción’. No pude encontrar ni un solo tomo titulado ‘Cuando la persona difícil soy yo’. O ‘Cómo ser difícil e influenciar a la gente’.

Como columnista, ser difícil es parte del trabajo. Si a veces no te diviertes irritando a los lectores, eres demasiado insípido para hacer algún bien. En efecto, como periodista, ser personalmente difícil puede ser útil. Se me ocurren dos o tres escritores que son tan imposibles que nadie se atreve a editar sus textos. Sus palabras invariablemente ocupan puestos de honor porque ningún editor puede hacerle frente al lío que surgiría si se hiciera otra cosa.

Ser difícil también tiene otras ventajas. Significa que la gente tiende a no abrumarte pidiendo pequeños favores. Ya que uno de los trucos más importantes para sobrevivir en el mundo corporativo es evitar el trabajo repetitivo y rutinario, esto lo convierte en un arma poderosa. Ser difícil también quiere decir que probablemente vas a conseguir lo que quieres. Es un acto de equilibrio: hay que ser lo suficiente difícil para insistir en que las cosas se hagan como tú piensas que se deben hacer sin ser tan difícil que la gente se niegue a trabajar para ti.

Hay muchas formas diferentes de ser difícil. Los libros enumeran varios tipos comunes, todos los cuales son desagradables: narcisistas, psicópatas, víctimas, chismosos, los que le echan la culpa a otros, y los que pierden los estribos.

Sin embargo, existe otra modalidad de difícil que no encuentro en ningún libro, y no es nada desagradable. Es ser mujer. Las mujeres tienen el doble de posibilidades de ser descritas como difíciles que los hombres. Google revela dos veces más resultados de búsqueda para “una mujer difícil” que para “un hombre difícil”; y la mayoría de las referencias a hombres difíciles no cuentan porque prosiguen con “de definir.”

De igual manera, la mayoría de las personas que llaman difíciles a las mujeres son hombres. Los cuatro colegas que consulté a primera hora eran todos masculinos. Más tarde les hice la misma pregunta a cuatro mujeres de Financial Times. El consenso fue “no especialmente”.

La etiqueta de difícil se le aplica a cualquier mujer que esté preparada a contrariar, que no siempre esté de acuerdo con los demás, y que pelee por su propia esquina. Todo eso es vital si quieres que las cosas se hagan o quieres cambiar las cosas. La Primera Ministra Teresa May, según el ministro de gabinete Ken Clarke, es una “maldita mujer difícil”, y uno espera que tenga razón, dado el tamaño del reto que enfrenta.

Para resolver la cuestión en mi caso le pregunté a un colega masculino que, siendo él mismo totalmente difícil, tiene fama de siempre decir la verdad. “No”, me dijo él. “Tú no eres difícil. Eres inamovible, determinada, testaruda y a veces imposible.”

Todo lo cual me hace anhelar ser simplemente difícil. En efecto, la insignia de “mujer difícil” es algo que me inclino a llevar con orgullo. Despojado de su bagaje, es un elogio que significa “se necesita habilidad para comprenderle.” Proust es más difícil que un escritor de cuentos de niños.

Hay otro aspecto de ser difícil. Es un privilegio que viene con el cargo. Cuando uno es novato, ser difícil probablemente resultaría en un despido. Mientras más edad tienes, hay más campo para ser difícil, y más necesidad también.

Este verano abandonaré el periodismo y comenzaré de nuevo una vez más, entrenándome para ser maestra de matemáticas. Ser difícil con mis colegas nuevos será inconcebible, así que voy a gozarlo mientras pueda.

Fuente: El Financiero